CAPÍTULO XIII
En el restaurante del Sport Hotel Tribune. Son las 19,00 hs. del día Jueves, 21 de agosto.
VIVÍAMOS ASÍ
por “CACHO” FANGIO y EDUARDO RODRÍGUEZ CANEDO
—Che, “Cacho”... ¿qué tal se maneja “la Banana”?
—Quedó bastante bien. Al principio me parecía un poco raro el andar del auto, sobre todo en la recta, pero te acostumbrás enseguida.
—Es que estos mecánicos son unos fenómenos... ¿Sabés qué dijo tu “viejo”...? Que con este grupo de mecánicos era capaz de ir a cualquier lado del mundo.
—Y tiene razón. Che, “Chino”...
—¡Un momentito...! No te permito... señor “Chino” Rodríguez Canedo.. ¡por favor!
—...¿Lo viste por ahí la “Nene” García Veiga?
—¿Dónde querés que esté? ¡Pegado como una estampilla en los boxes!
¿Supiste lo que le dije a Gastón? Le aseguré que el “Nene” había andado proclamando que Gastón doblaba, en el sinuoso ése, antes del “karusel”, con la manija de la puerta arañando el piso.
—Sí... hombre... Fijate que Gastón lo agarró al “Nene” y muy serio le preguntó qué había andado comentando sobre la manera como él doblaba...
—¿Y el “Nene”?
—¡Primero se quedó sin saber que contestar! Después le dijo... “!Nooo... don Gastón...! ¿Cómo puede usted creer eso...?
—La verdad es que el flaco se mandó un flor de tiempo...
—Yo lo dije, “Cacho”: traigan un auto que borramos el mito del circuito alemán...
—Algo de razón tenés, pero ... ¡casi te borrás vos al intentarlo!
—¡Epa, mi viejo! Lo mío no fue para tanto... Mirá que “la Banana” sigue corriendo...
—Sí... ¡después que la hicieron de nuevo”
—¿Lo viste a Galbato de chapista...?
—¡Y de pintor! ¿Te acordás cuando se fue en el “karusel”...? Llegó contando que se había salido de pista en “el carretel”.
—¡Pero no te enteraste ni de la mitad, Cacho! Resulta que le pregunté si había sido en el grande o en el chico, y a la primera de cambio lo escucho decir que en el “carretelito” no había que tener cuidado, que el problema estaba en el “carretel”...
—Mirá Eduardo, la verdad es que hay que tener lo que hacer falta para renunciar a su puesto en el auto, como hizo Galbato.
—Sí... fue bárbaro... ¿No tenés que ir para boxes? ¿A qué hora te toca el turno?
—Todavía me falta... como cuarenta minutos...
—Bueno... oíme... Andá tranquilo. Todo va fenómeno y con mantener el ritmo alcanza. Mirá que tu “viejo” no te saca el cronómetro de encima... ¡Ahí esta Zurita! Venga, Zurita... ¿quiere tomar algo...?
—... Bueno... Un café.
—Dale, Chino. Pedilos vos, que sabés alemán...
—¡Pobre de vos! Vas a ver... Esperá... Allí viene el mozo que yo conozco... “camariere... tre café, per piacere...”.
—¡Esa no la sabía...! ¿Ese mozo habla italiano?
—¡Qué se yo...! Esta mañana, los del equipo Lancia le pidieron café en italiano y lo trajo...
—¿Cómo van las cosas, Zurita?
—Al pelo. Todo normal. “Cacho”: habría que convencer a Fangio de que vaya a descansar un poco... Hace cualquier cantidad de horas que está en pie...
—Sí... pero... ¿quién lo convence? Decile vos Eduardo...
—¡Me va a hacer mucho caso...! Fijate que ayer... sí.. creo que fue ayer... (¡ya tengo los días todos mezclados!) Teleki le fue a decir que tenía que ir a un copetín que daban los del Club, los del Royal Motor Unión...
—¿Y...?
—Y... que no quería ir. Comenzó con eso de “¿Le parece que yo debo ir? Yo tengo que estar aquí, con los muchachos...” Al final fue, y resultó que los generales, el alemán y el belga, estaban esperando, y los directivos también. No pensaban empezar el acto hasta que él llegara...
—es que Fangio es bárbaro... Mirá, Cacho, no lo digo porque vos estés aquí... ¿Vos sabés cómo nos acompañó...? Hubo días que estuvo en pie desde las 7 de la mañana, corriendo de un lado para otro, y eran las tres de la madrugada siguiente y estaba con nosotros, nos daba charla, nos contaba anécdotas y hasta se ofrecía a ayudarnos... ¿Sabés como lenvantan la moral esas cosas?
—Hablando de los generales alemanes y belgas... ¿ustedes saben el cuento que le hicieron al gordo Casarín...? Resulta que... ¿se acuerdan el día que entró el ejército belga? Bueno... venían encolumnados, por el camino y... claro; llevaban pintada la bandera belga, no la alemana, en todos los vehículos. Además los uniformes son diferentes. Y alguien le dijo al gordo que los belgas estaban invadiendo Alemania... ¡Se viene la guerra! le dijeron...
—¿Y el gordo?
—El gordo, con sus más y con sus menos, siguió haciendo el asado. Por ahí dijo, a las cansadas... “Dejalos, que cuando le sientan el olor a este asadito... ¡se olvidan de la guerra!”
—Guerra es la que nos están haciendo los Lancia...
—¡Y no te olvidés del Ford Capri!
—Fangio dice que hay que dejarlos. Que la carrera recién empieza mañana...
—¡Ya pasó la mitad... justo... mitad de carrera!
—¿Qué te parece, “Chino”...? ¿Qué dirán en Buenos Aires...?
—¡Imaginate...! Yo no creo que nadie esperaba una cosa así...
—¡Nosotros tampoco!
—¿Podés dormir bien entre turno y turno?
—Más o menos. Trato. Lo que pasa es que todo te da vueltas en la cabeza y seguís viendo el circuito que pasa delante de ti, como si fuera una película... Mirá: creo que los que mejor duermen son Copello y Gastón. Ahora... en la pista no se duermen... ¿Eh?
—El que anda como si fuera un reloj es “el Mosca”... ¡debe tener un cronómetro en el cerebro!
—¿Y Luisito...? ¿Viste el repunte que se mandó al comienzo de la carrera...? Pasaba autos como si fueran postes de teléfono...
—Hablando de postes... ¿viste cómo quedó el Porsche oficial, el Nº 11? Ese sí que no tenía seguro...
—¿Cómo seguro...?
—Sí... hombre... seguro contra árboles,. Como teníamos Berta y yo. Sobre todo Oreste... ¿Cómo creés que se puede pasar por adentro de un bosque, a fondo y de costado, y no tocar un solo árbol...?
—Allí va Galbato...
—“Oxidensen”, Herr Galbato...
—Hola, muchachos. Che, Cacho... ya tenés que irte preparando... Te falta poco para el relevo...
—Si. Mejor me voy yendo.
—Yo te acompaño.
—Yo también.
—¿Vamos..?
—Abrigate Cacho... ¿No te digo...? Ya empezó a llover de nuevo!