DIA 5 – JUEVES 21/08 – Diario de Viaje.
No se sirve desayuno en este hospedaje de
COLONIA ANDRESITO. Mate y bizcochitos en la habitación es lo que hay mientras acomodo las cosas. Tendré una ducha previa antes de salir porque hace calor y quiero mover mi humanidad con frescura desde temprano. El agua caliente para bañarse, al menos en estas pocas ciudades del este misionero por el que he transitado, y por lo general en los hospedajes sencillos, sale de un chuvero industria brasilera. Siempre me han despertado inquietud y respeto estos artefactos que templan el paso del agua con una serpentina eléctrica. Los he mirado, y los miro, con desconfianza. Y cuando los uso me invade un sentimiento muy cercano al cagazo. Meterse en patas, al piso, de esta forma, bajo el agua que pasa por la electricidad, mama mía. A pesar de haber hecho la secundaria en un colegio de curas, estoy muy alejado de la fe y de las creencias dogmáticas; no obstante siento que necesito ingresar con mis cuentas en paz antes de meterme abajo del agua chuverizada. Foto homenaje al artefacto de mi pesadilla.
Por supuesto todo este rollo se trata de pura superstición, sin duda, por lo que sobrevivo al imaginario de un colapso eléctrico y me pongo finalmente en marcha.
Hay que mencionar que la noche anterior, cuando le aviso por mensaje a NATOCH de que estaré pernoctando en Cnia. Andresito, el me hace la devolución con la inquietud de si voy a visitar el
SALTO ESCONDIDO. Yo no lo tenía registrado en mi machete de atracciones. El sólo nombre despierta mi curiosidad. Pregunto a la gente del supermercadito que regentea, entre otras cosas, el hospedaje y me indican que está enclavado en un predio privado. Que consulte en un comercio cercano. Allí voy. Se trata de un corralón de materiales; por lo que ingreso con la colorada por el playón y ahí me acomodo. En pocos minutos varios empleados del lugar se acercan y entonces el tema del saludo pasa por la natural curiosidad sobre de dónde vengo, a dónde voy, si visité tal o cual lugar. Uno se pone sobre manera contento por el turismo que estoy haciendo a su terruño, su provincia. Me comenta que ellos ven pasar muchas motos, con gente viajando, pero que sólo están de pasada. Pasan por su provincia de pasada a otro lugar. La cuestión es que pregunto por el Salto Escondido. Esto los pone mejor aún, pero me indican que está cerrado el ingreso a extraños. Que consulte adentro, en la Oficina.
Acudo y me atiende una joven, encargada del lugar en ese momento, quien me informa que su padre, decididor en el tema, está hoy por la mañana en El Dorado. Cuando le insisto un poco más sobre poder pasar a conocer el lugar, ella me cuenta que hace un tiempo atrás, un guaso encervezado, bastante ebrio parece, se tiró al agua y se ve que le apuntó mal porque se hizo bosta el bocho contra las piedras. Pobres piedras. Si estaba autorizado para estar ahí ó era furtivo no me acuerdo si me lo dijo, pero no viene al caso. La cuestión es que este fulano ó su viuda, no lo sé, iniciaron una demanda contra el propietario del lugar. Punto. Qué más hay que explicar. Lugar cerrado. A otra cosa.
Luego ella me pregunta sobre cómo yo tenía el dato del sitio. Me salió instintivamente y sin picardía chapear que el
Ingeniero Natoch, de Posadas, me había recomendado conocer el lugar. No sé si por lo de ingeniero, por lo de Natoch, por lo de Posadas, o por la trilogía combinada de palabras, la joven se iluminó con mis referencias y credenciales, y percibió que yo quería visitar el lugar en son de paz y no como depredador. Enseguida me ofreció que esperara a su papá, que por la tarde regresaría, y no tendría inconvenientes de franquearme la tranquera, incluso de acompañarme.
Le agradecí profundamente su gentileza y su tiempo en ilustrarme al respecto. Pero le dije que debía seguir viaje. La próxima seguro. Antes de irme me mostró una foto del pequeño salto. Se notaba de estar contenta de que por lo menos, con esa estampa, yo no me fuera con las manos tan vacías.
(NATOCH: propongo, digo, ármate algo para ir un par de días de camping a este sitio – yo vuelvo y de paso hago algunos lugares que me quedaron pendientes).
Cuando termino con esta gestión decido, antes de volver a mi rutero, hacerme una escapada hasta el Paso de Frontera con Brasil. El puesto se llama
DOS FRONTERAS. El Río San Antonio, aquí muy estrecho, es la divisoria. Tengo curiosidad por ver el límite y propongo dejar por unos minutos mi DNI en el puesto de GN. Pero cordialmente me indican de que debo registrar mi salida. Así que hago el trámite veloz de mi persona y de la moto. Está será mi salida del país, y su regreso, más fugaz que he tenido en la vida. En 700 metros está el puente fronterizo y la cabina de control brasilera. El policía BR me informa que la siguiente ciudad es
CAPANEMA y que está a 20 kmts. Le digo que no me interesa. Lo saludo y me pego el retorno. Vuelta a hacer el trámite de entrada.
NOTA: no había absolutamente nadie en el puesto fronterizo. Creo que es un buen lugar para salir/ingresar rápido y sin aglomeraciones.
Algo después de Cnia. Andresito está la intersección de mi norte con la R101. Voy a tomarla para llegar hasta Puerto Iguazú. Es de tierra y el suelo que me recibe está desparejo pero compacto. Hay bastante ripio. La pena es que el tramo a recorrer en el desparejo es muy corto. Unos 60 kmts. Iré despacio para alargar el recorrido.
El camino se divide, por su conformación, en dos partes. La 1ra. que voy a transitar desde Andresito a la puerta del parque nacional. Son unos 25 kmts. de un trazado ancho y que está en vías, eternas pareciera, de pavimentación. Enripiado. Bastante serrucho. Vegetación algo lejana a la ruta. Bonito y sinuoso. Muy poco tránsito. Luego se angosta rápidamente en ocasión del inicio del
PARQUE NACIONAL IGUAZU.
Aquí cambia dramáticamente la fisonomía. La vegetación ya es de bosque sub tropical tupido. La vegetación a pleno y al borde del camino. Sombra. Y entonces pareciera que circulás con aire acondicionado. Mucho aroma. El perfume del medio. Sol que de a rayos ingresa por la copa de los árboles. Y mariposas que van de un lado a otro vestidas de carnaval. Empiezo a pasar por varios arroyitos, que circulan, por su pendiente, de sur a norte, y que van a desaguar al Río Iguazú.
Tenía verdaderas ganas de extender la travesía por este tramo, así que decido parar al lado de un arroyo, Ibicui, a prepárame un café con galletitas, mi improvisado almuerzo.
A los 15`observo que la colorada se empieza a llenar de mariposas. Vaya a saber cuál habrá sido el atractivo. Confianzudas que despliegan el alerío arriba del hierro y el equipaje. Como si se tratara de un picnic volátil. Lindo momento. Y muchas fotos.
Las cercanías y proximidades del camino con los arroyos están siendo reparadas con bastante piedra, algo pisada y despareja. Hay que parase en los estribos para circular por estos largos parches. Las recientes crecientes afectaron estos pequeños cauces, los desbordaron, y arrasaron con su paso, y a esos tramos vecinos a la ruta, virtualmente los detonaron. Por lo que había algo de actividad de reconstrucción en estas proximidades.
Lamentablemente la tierra se termina. Comienza el asfalto. Un cartel luego señala la flecha vial indicando el
AEROPUERTO IGUAZU. Me incorporo a la cinta, y debo despabilar mi pachorra. Hay abundante tránsito. Autos y combis que trasportan intenso movimiento de turistas.
A poco de andar está la señalización de las
CATARATAS DEL IGUAZU. Ando muy holgado así que me desvío e ingreso a chusmear la periferia del atractivo. Pregunto un poco por el tema del parking para el día de mañana en que realizaré esta visita con tiempo.
No tenía absolutamente nada previsto en materia de alojamiento en
PUERTO IGUAZU así que ingreso a la ciudad con la mente abierta de ver dónde pondré mis huesos por esa noche y la siguiente. La ruta de dos manos se abre ahora en doble mano con un boulevard muy onda palmera y ambiente tropicalero. Hay varios hoteles grandes a un lado y el otro. Y algunos con algo de haber tenido mejor y pasada juventud, entre mezclados. Al final del paseo está la opción de adentrarse en el centro clásico de la ciudad. Lo descarto.
Estoy cargando en el equipaje con la caña de pescar miniatura y dos líneas de fondo. Y tengo ganas de usarlas. Había marcado antes de iniciar el viaje un par de opciones en materia de cabañas y camping, y sobre esto último, anoté la dirección de un lugar que informaba estar pegado al Río Paraná. En el Barrio Santa Rosa. Cargo la dirección en el gps y voy a visitarlo.
El lugar me gusta. Es lo que estaba esperando para poder armar la carpa y justificar que no la llevaba al dope junto con las demás vituallas de acampada. Y al lado del río. Podría tirar la caña. No lo hago esa noche. Pero si, al anochecer, me acerco a ver la ribera, donde encuentro, entre las piedras, una pareja de entusiastas pescadores lugareños. En frente está la ribera de Paraguay, y esta zona es ampliamente cruzada, en forma furtiva, por pasadores de mercadería. Los pescadores me cuentan que el día anterior se había dado vuelta un bote paraguayo, con cinco personas; una había desaparecido en el incidente y todos especulaban en que se había ahogado. No siento ningún asombro en el relato, por lo que asumo que esto es una postal habitual trágica en la vida del río fronterizo.
Para la cena me haré 1/2 pescado a la parrilla en el quincho comunitario. Una boga. Pescada, a pocas cuadras, con mi billetera. La otra mitad le cocinaré mañana a la noche.
J.
* Tranquilo, que el partido es largo.
* Bueno; Rápido; Barato: elegí dos.