Queridos cómplices de las dos ruedas,
en la época del año en que nos encontramos, o sea invierno, donde las motos quedan un poco relegadas debido al frio. Quizás algunos ni siquiera dan una vuelta cada tanto y se conforman con desconectar la batería en espera de tiempos mejores, les acerco un relato de una salidita que hice tiempo atrás, cuando el calor del verano todavía se resistía a los fríos venideros.
Relájense, considero que es un buen momento de echar otro leño al fuego, leer y ver fotos, rememorando los buenos momentos pasados y quizás hasta ir pensando y programando los infinitos viajes que haremos el próximo verano, porque no?, total, soñar no cuesta nada.
Los invito a entrar...
Las ganas por andar en moto ya estaban a límite, deseaba escapar, dar una vuelta, sentir el camino, no era suficiente con girar por la ciudad, así que decidí que ese fin de semana iría hasta San Martin de los Andes. El plan original era otro, un tanto más ambicioso pero solo para el día siguiente el pronóstico del clima era bueno...después lluvia, así que San Martin era una buena opción, pero la idea fue hacerlo por el Paso Córdoba, que es el camino más corto que une a Bariloche con San M. de los Andes pero no menos lindo.
Ese día me levanté no muy temprano, hacia frio y había un poco de niebla, pero como suele ocurrir la niebla era solo un poco de helada que se iba evaporando, así que a medida que el sol calentaba, esta se iba disipando hasta quedar cerca del mediodía muy calmo y con un sol que motivaba a disfrutar el día.
Acomodé unas pocas cosas en la moto, como para un par de días, una botella con jugo y unos sándwiches (léase: "sánguches", pero sándwich es mas fino) para el día, como para hacer una escala técnica y disfrutar de algún lugar tranquilo.
En un rato estaba en la ruta, sin apuro y disfrutando, metido en el trafico que a medida que me alejaba de la ciudad iba disminuyendo hasta poder prestar mas atención al entorno que al manejo.
La primer parada fue el anfiteatro, un lugar que presenta una vista muy linda del Rio Limay que corre paralelo a la RN40 y que en ese lugar da unas caprichosas curvas encajonado en el pequeño valle.
Continuando el viaje por la RN40 llegamos al Valle Encantado, a unos 62 km de Bariloche. Llamado así por las curiosas formaciones que presentan las rocas erosionadas por el paso del tiempo y que el visitante a ido bautizando con nombres de acuerdo a lo que la imaginación dicte.
En este lugar el rio Limay comienza a ser influenciado por el embalse Alicurá que regula la altura del agua, haciendo que en épocas de poca agua el rio se haga muy angosto o se mantenga muy ancho y sin corriente aparente debido a la retención del agua que ejerce la represa.
Luego de unos 3 km se llega a Confluencia-Traful, lugar donde el rio Traful es afluente del Limay. Acá encontraremos una estación de servicio del ACA.
Al cruzar el puente, inmediatamente a la izquierda se toma el camino de ripio que nos conduce por el Paso Córdoba, que luego de unos 70 km nos deposita sobre la RN 234 o Ruta de los 7 Lagos que une S. M. de Los Andes con Villa La Angostura.
Ojo!, sobre la margen sur del Rio Traful también hay un camino de ripio pero este conduce a Villa Traful.
Se pueden ver algunas formaciones rocosas que bueno, a cualquiera se le podría ocurrir algún nombre, piensen..., piensen...
El camino en sentido norte va subiendo poco a poco haciéndose cada vez mas sinuoso hasta alcanzar el paso, un enorme coihue muerto domina la curva desde donde se puede ver el camino recorrido.
Me detengo, paro la moto a disfrutar del silencio y es inevitable sacarle una foto a lo que queda aun en pie de ese árbol que debe haber sido hermoso.
Una vez cruzado el paso, la vista hacia el otro lado es espectacular, el camino se pierde de vista descendiendo hasta el fondo del valle por el que voy a transitar.
Ahora la moto va aliviada, el camino es en bajada y muy entretenido, lo disfruto curva tras curva. En un momento el rio Filo Hua Hum se hace visible a un costado del camino.
En este lugar hay una pequeña cueva que se llama casa de piedra (ruca cura en mapuche) donde se dice que ha servido de refugio a los indígenas y donde se han encontrado utensilios de estos antiguos habitantes.
En esta zona hay actividad de explotación maderera, se pueden ver las plantaciones de algunas variedades de pino que luego del apeo esperan ser transportados hasta los aserraderos.
A medida que avanzo, llega un momento en que el valle se va ensanchando y se empieza a ver el Lago Meliquina y la Villa a la cual le da el nombre. La quietud y tranquilidad del lugar me invitan a bajar a la playa, había encontrado el lugar perfecto para almorzar, aunque la hora del mediodía ya había pasado hacía rato; me ocurre a menudo que mientras estoy andando me olvido hasta de comer y las horas pasan indefectiblemente.
El camino va bordeando el lago por su ribera oeste entre bosques de coihues hasta alejarse y perder de vista el lago.
En la intersección con la RN234 se encuentra un destacamento de Gendarmería Nacional.
Restan unos 25 km hasta San Martin por una ruta de asfalto. En este sector se pasa por el acceso al centro invernal de esquí del Chapelco. Luego de pasar la playa llamada Catritre puedo empezar a ver la ciudad a unos pocos kilómetros.
La costanera está muy linda y remodelada, donde turistas y locales disfrutan de la hermosa tarde.
Aun al día le quedaban un par de horas de luz por lo que decido cargar nafta y seguir hasta Junín de los Andes, distante a unos 40 km, es un paseo muy agradable, a mi izquierda comencé a ver el volcán Lanin que mostraba su pico eternamente nevado por sobre el resto de las montañas.
El paisaje se va transformando lentamente hasta desaparecer las arboledas y convertirse en un paisaje de vegetación baja. Excepto los sauces que demarcan los pequeños arroyos que cruzan el campo. En la estepa es fácil ver donde existen ríos y arroyos debido a la presencia de estos arboles flanqueándolos en todo su recorrido.
La temperatura era muy confortable.
Después de tomar algo y pasear por Junín de los Andes vuelvo a San Martin a hacer noche en la casa de un primo y su esposa, más que bien atendido nos quedamos charlando hasta tarde.
El amanecer me sorprendió con sus intensos colores, el sol quería asomar detrás del roble pillín que tenía yo ante mi vista pero las nubes le fueron cerrando el paso y como estaba pronosticado, al rato estaba lloviendo.
Así que con paciencia, desayunamos y deje pasar el tiempo para ver si paraba un poco de llover, sin mucho éxito cerca de las 11 hs decidí salir hacia Villa La Angostura, distante unos 115 km.
Ya con el traje de agua puesto y después de la parada obligada a cargar nafta enfile por la ruta de los 7 lagos
El paisaje mojado se ve diferente, los colores de los arboles se renuevan ya que el agua lava las hojas quitándoles el polvo, las nubes se aferran a los cerros y los esconden, el motor ronronea suavemente, mientras protegido por el visor de mi casco disfruto cada km que pasa debajo de la moto.
En el camino me encuentro con 3 muchachos en bici cargadas como para una travesía, oriundos de Bs As, pero que habían arrancado a hacer esa ruta desde San Martin con destino a Villa La Angostura, después de intercambiar el gesto de sacarnos unas fotos seguimos cada uno a su ritmo.
El tramo esta asfaltado excepto unos 40 km antes de Lago Espejo, los autos transitando despacio por los pocitos que se hacen debido a la lluvia pero el KLR firme y rápido, excepto en la zona más boscosa donde el terreno es más blando y el barro mas traicionero, ahí las 4 ruedas van con ventaja ya que no tienen riesgo de caída.
Así, disfrutando bajo la lluvia llego a Villa La Angostura a completar el tanque de nafta e intercambiar comentarios con un chico en moto que venía desde Chile, después me esperaban los casi 90 km hasta Bariloche por asfalto, un tramo sin lluvia y relajado.
A media tarde ya estaba en casa, a tomar mate, secar las botas, limpiar el traje y dejar la tarea de lavar la moto para otro momento.
Estaba más que satisfecho del paseo que había disfrutado, había saciado la sed de andar en moto.
Hasta la próxima!