por mac el Mar Ago 16, 2011 4:51 pm desde Chile
La caravana en primera persona…
Hace ya más de dos meses que en el Kawaclub trabajamos en la organización de la 6ta Caravana Solidaria del Día del Niño. Pero en este momento solo quiero concentrarme en lo que sucedió el sábado 13 de agosto pasado.
Esa mañana, junto con Paca, mi esposa, nos levantamos antes del amanecer, de madrugada. Hice un último chequeo al pronóstico del tiempo y actualicé la información sobre el estado del evento en el foro. Habíamos estado cortando clavos toda la semana con la posibilidad de que lloviera. Un conductor radial que todas las noches habla con Dios, incluyó en una de sus conversaciones de la semana previa el pedido de buen tiempo para el sábado. Nuestro principal sponsor nos ayudó otra vez más… Dios no solo no quiso que lloviera, sino que nos regalaría un día hermoso.
Mientras Paca preparaba el chocolate caliente que llevaríamos para agasajar a los motociclistas en esa fría mañana, yo llamaba a los noticieros de los canales para asegurar la máxima cobertura de televisión. Me comuniqué con el equipo que estaba en el depósito cargando los juguetes, aportados por una lista interminable de empresas y entidades solidarias, todo estaba saliendo de maravillas…
Desayunamos algo rápido, dejamos a nuestro pequeño hijo con la tía y salimos rumbo al Campo Argentino de Polo, punto de encuentro y salida de la Caravana. Los organizadores, “chalecos verdes” como los llamamos internamente en el foro, habíamos quedado en reunirnos a las ocho de la mañana. Yo estaba llegando puntualmente, pero ya había más de 20 colegas listos recibir a los invitados ese día, se notaba que yo no era el único ansioso que no había podido dormir esa noche. Comenzamos a prepararnos sobre el lateral de la Avenida Libertador, delimitamos el espacio para estacionar las motos, agrupamos los termos con bebidas calientes y cada grupo se fue poniendo en posición para realizar sus tareas. Desde ese momento, minutos después de las ocho hasta las diez y media de la mañana, cuando partió la caravana, recuerdo el frenesí de intentar cuidar cada detalle y una inmensa sensación de alegría, el día había llegado. Esperábamos mas participantes que el año anterior, pero la realidad supero nuestras expectativas. Para este año nos habíamos puesto la meta de llegar a las mil motos, y nos lo repetíamos para convencernos a nosotros mismos, pero internamente pensábamos que era muy difícil llegar a esa cifra. No tenemos el número exacto aún, pero la cantidad de motos claramente supero las mil. Algunos dicen que incluso más de mil doscientas… todavía no lo puedo creer. Ver las fotos de esa cantidad de motos impresiona.
La Caravana partió con una leve demora a las diez y media. Motociclistas de la Policía Metropolitana y la Federal nos acompañaron abriendo camino, mientras que la Dirección de Seguridad Vial de la ciudad cerraba la caravana. La Policía Federal nos acompaña desde los primeros años de la Caravana, pero debido a las elecciones del día siguiente, y el consiguiente traslado de urnas, no pudieron darnos el apoyo que ellos mismos querían. Un párrafo aparte merecen los Motociclistas de la Metropolitana, este fue el primer año que nos acompañaron, pero claramente no lo parecía, con una sincronización perfecta guiaron y cuidaron la Caravana de manera impecable.
Seguimos por Avenida Libertador hasta Cerrito para continuar por 9 de Julio. Dimos tres cuartos de vuelta alrededor del obelisco. Por mi puesto como “chaleco verde” tuve la oportunidad de adelantarme a la caravana y luego verla pasar en su totalidad, era impresionante ver tal cantidad de motos. Volvimos por 9 de julio y doblamos a la derecha en Avenida Santa Fe. Nos reagrupamos en San Martín antes de doblar por Leandro N. Alem. Continuamos hasta la casa Rosada y seguimos por Avenida de Mayo hasta 9 de Julio. Seguimos hasta Constitución en donde giramos a la derecha en Avenida Garay. Continuamos hasta doblar en Pichincha para estacionar nuestras motos frente a la Casa Garrahan.
Solo los que vivimos alguna vez esta Caravana Solidaria entendemos la emoción que se siente. Es por eso que alertamos a todos, esto se vuelve adictivo, venir una vez implica no querer perdérsela nunca más. A los motociclistas, por lo general, nos gusta conducir en grupo. Hacerlo en un grupo grande lo hace más interesante todavía. En un grupo gigante como el del sábado pasado, imposible de describir. Pero si encima le sumamos que vamos a buscar la sonrisa de nenes y nenas que están internados en hospitales, hace que hasta al más duro de los rudos motociclistas se les piante un lagrimón. Nadie me vio, y claramente no soy de los más rudos motociclistas, pero dentro de mi casco, estuve “hidratando” mis ojos durante casi todo el recorrido de la Caravana.
Volvamos a lo importante, llegamos a la Casa Garrahan. Para nosotros es de los lugares mas importantes de los que visitamos. Es ahí donde tenemos la mayor posibilidad de tener contacto con los chicos. La casa alberga hasta 46 chicos con sus madres, brinda un hogar a niños del interior del país que son pacientes de los Hospitales Elizalde, Garrahan y Gutierrez, mientras cumplen tratamientos médicos ambulatorios o esperan diagnósticos de complejas enfermedades que no requieren internación. Como todos los años, nos reciben Beatriz Resnik y Juan Ramón Odonnell de la Fundación Garrahan. Los chicos salen a la vereda, los podemos saludar y muchos hasta se pueden subir a una moto. Verlos sonreír llena el alma. Todo el esfuerzo y trabajo previo se ve recompensado con creces. La emoción invade a muchos de los que tenemos la suerte de estar esos minutos cerca de los chicos. Hacemos la primer entrega de juguetes del día. Como esta vez el día del niño se pospuso una semana no pudimos entregar los juguetes en mano a los chicos y quedaron en manos de las autoridades de la casa para que hagan su oportuna distribución.
Seguimos. Hacemos unos pocos metros por Avenida Brasil y entramos al estacionamiento del Hospital Garrahan. Palabras mediante de Fernando “Kawamaster” Rivera, fundador y presidente del Kawaclub, soñador empedernido y creador de esta Caravana, hacemos la segunda entrega de juguetes del día.
La Caravana finaliza oficialmente, pero el día no. Los motociclistas que todavía tienen ganas de seguir cosechando sonrisas son invitados a seguir con el reparto de juguetes. Un grupo mas reducido, pero no por ello menos importante, continua con destino al Hospital Elizalde (ex Casa Cuna). Somos recibidos por las voluntarias del Hospital, hacemos nuestra tercera entrega de juguetes del día. Como no llegamos en horario de visita, nos invitan a pasar en silencio con algunas motos al patio interno del hospital para que los chicos por lo menos puedan ver las motos por las ventanas de sus habitaciones. Alguno que otro logra bajar y subirse a alguna de las motos.
Ya estamos en pleno mediodía, sol radiante en el cielo y temperatura muy agradable. El corazón lleno pero la panza no… Nos dirigimos a la costanera sur a reponer fuerzas para continuar con el reparto de juguetes. Somos muchos, así que nos repartimos en varios carritos. Minutos antes de las cuatro de la tarde nos separamos en dos grupos. Uno con destino al Hospital Sor Ludovica de La Plata y el segundo, con destino al Hospital Gutiérrez. El primero se une luego en la bajada de la autopista a varios motociclistas que, no habiendo podido concurrir a la Caravana por la mañana, se suman para acompañar la entrega de juguetes. Recorren la ciudad de La Plata y llegan al Hospital para hacer la cuarta entrega de juguetes del día. El hospital los recibe con las puertas abiertas, y según la gravedad de cada pacientito, recorren las distintas áreas entregando los juguetes a los niños o a sus padres. Yo me sumo al segundo grupo y partimos rumbo al Gutiérrez. Todavía nos acompañan los motociclistas de la Policía Metropolitana, no me alcanzan las palabras de agradecimiento para ese grupo de caballeros que se sumaron a esta movida solidaria mucho más allá que el cumplimiento de su deber. Llegamos al Gutiérrez, no somos los únicos intentando generar una sonrisa en los chicos, hay otro grupo con narices rojas recorriendo el Hospital. Nos separamos en grupos y recorremos las distintas salas haciendo la quinta entrega de juguetes, la última del día. Otra vez la entrega se hace a los niños o sus padres según sea necesario en cada caso. Voy terminando estas líneas con un nudo en la garganta, pero no es tristeza es una mezcla de alegría y emoción. Una sensación de deber cumplido por un lado y la firme convicción de que queda mucho por hacer.
Por suerte, no nos podemos poner a pensar en el año próximo todavía. El domingo 28 de agosto acompañaremos al Diario del Motociclista y al Club de Motos Clásicas al Hospital de niños de San Justo. Ya tenemos preparada una importante cantidad de juguetes para llevar ese día. Para el resto del año y gracias a la cantidad de juguetes recibida de empresas y entidades, continuaremos visitando hogares, escuelas y comedores buscando lo que nos motiva… la sonrisa de los chicos.
Mac
"Develop a no-tolerance policy with yourself in terms of riding errors, because "good enough" really isn't. We don´t just walk to the net and retrieve the tennis ball in this sport..." (Nick Ienatsch)