La GS 1000 S sigue pareciéndome exactamente la misma máquina deportiva de hace casi 30 años, la última gran y deportiva representante de la familia Suzuki tetracilíndrica refrigerada por aire DOHC 8 válvulas
La imagen que aparece en mi mente es la Suzuki de Wes Cooley chocando manillar contra manillar con la Kawasaki de Eddie Lawson en el transcurso de una batalla a dúo librada durante el Campeonato Superbike de Estados Unidos, a principios de los 80. Tampoco puedo evitar recordar, en el entorno mucho más humilde de una carrera de club con motos de serie celebrada en Inglaterra unos pocos años más tarde, mi propia GSX 1100 siendo adelantada en una larga recta por la GS 1000 S de un amigo, sospechosamente rápida.
Muy deportiva y de serie
Su GS 1000 S, de 997 c.c. y estándar, según cabía suponer, adelantó a mi GSX, de 1.075 cc y teóricamente más potente, de tal modo que me hizo pensar que su motor había sido montado siguiendo una interpretación liberal del libro de normas sobre carreras con motos de serie, probablemente con la ayuda del Sr. Yoshimura. Pero cuando la GS 1000 S fue presentada en 1979, la tetracilíndrica con carenado “bikini” no necesitó ningún tipo de modificación para alzarse como, posiblemente, la superbike más rápida y capacitada del mundo.
En esencia, la misma GS 1000 S era una moto de serie modificada, ya que era la versión más deportiva de la naked GS 1000 con la que Suzuki se había iniciado en el mercado de las grandes superbikes tan sólo unos años antes. Esa tetracilíndrica original había causado un gran impacto al superar a la Kawasaki Z 1000 en casi todos los aspectos y la había destronado de su largo reinado. El éxito de este modelo situó de inmediato a Suzuki dentro del grupo de grandes fabricantes de superbikes con motores de 4 tiempos. Realmente, su único fallo era la falta de estilo personal, ya que compartía su conocida imagen inofensiva, pero aburrida, con sus hermanas GS 750 y GS 550.
La GS 1000 S puso remedio a este asunto, aunque calibrar su logro fue un tema de debate. El carenado montado en el manillar del modelo S fue descrito como “una usurpación a BMW” en un reportaje de la época, ya que la marca alemana había sido pionera al montar este tipo de protección contra las inclemencias meteorológicas cinco años antes en su R 90 S. El mismo probador describía la decoración –la moto se comercializaba en blanco y rojo o en blanco y azul- como “horrorosa”.
Otros probadores fueron mucho más entusiastas. Uno de ellos destacaba “la imagen agresiva” y “el acabado de color, brillante pero sencillamente bonito” de una moto que “tiene algo del estilizado atractivo que posee una Ducati 900 SS. Tiene una imagen agresiva cuando está en equilibrio sobre el caballete central”. La S siempre me ha parecido magnífica, y esta sensación todavía se repite con este ejemplar inmaculado, que estaba a la venta en RAP Superbikes, el especialista londinense de motos clásicas, con 23.000 km en su cuentakilómetros.