Viaje a Colombia mayo 2014

por **natoch** el Jue Jul 24, 2014 5:21 pm desde Posadas, Misiones, Argentina

Ciudad Vieja III

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por **natoch** el Jue Jul 24, 2014 5:22 pm desde Posadas, Misiones, Argentina

Ciudad Vieja IV

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por **natoch** el Jue Jul 24, 2014 5:24 pm desde Posadas, Misiones, Argentina

Ciudad Vieja V

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por **natoch** el Jue Jul 24, 2014 5:25 pm desde Posadas, Misiones, Argentina

Ciudad Vieja VI

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por **natoch** el Jue Jul 24, 2014 5:27 pm desde Posadas, Misiones, Argentina

Ciudad Vieja VII

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por **Segundo** el Jue Jul 24, 2014 11:12 pm desde Laboulaye, Cordoba, Argentina

24 de julio
Anoche me quedé sentado en la puerta del Hostal, haciendo empatía con el barrio. Un tipo sentado en la vereda, casi reclinado, le da instrucciones precisas a una niña para que le compre un jabón Negro, blanco. La contradicción del pedido no amilana a la niña. El almacén está a menos de 50 metros pero el tipo no parece muy motivado para moverse. La chica va toda alegre, y un momento después, le trae el jabón en una bolsita. “Solo había verde” aclara.
Sol se fue a pasear y volvió contándome de una plaza cercana donde se está muy bien. Decidimos ir, esta vez juntos. Está llena de gente sentada y tomando cerveza que compran el almacén de la esquina. Parece un sábado, pero es miércoles. Dejan pasar el tiempo conversando y disfrutando de la brisa. Hay muchos extranjeros. Se me ocurre la idea que ser un homeless aquí no debe ser tan terrible. Se puede dormir en cualquier sitio sin sentir frío y siempre hay un gringo al que pedirle unas monedas. Incluso los cartageneros tienen fama de ser muy generosos, así que las posibles fuentes de ingresos se amplían.
La cerveza se complementa con unos puestitos donde venden comida. Amplío mi registro de novedades gastronómicas entrándole a un especie de papa rellena de carne. Una bomba. Sol se saca la lotería con un plato inexplicable. No sabría describirlo pero no tiene carne.
Al volver al hotel descubrimos que la habitación de al lado ha sido alquilada por dos travestis. Ponen la música al palo y cantan arriba, desafinada y apasionadamente, lo que ciertamente empeora el asunto. Por suerte para nosotros después de un largo par de horas de producción cosmética salen a la calle, a romper todo. Uno de los travestis tiene un trasero que desafía los preceptos de Newton. Me pregunto cómo se sostiene en el aire, sin caer por su propio peso. El otro tiene hombros de nadador y una cintura de avispa. Sacando estos detalles tienen rasgos muy agradables. Salen a la calle y se escucha el tac tac de los zapatitos sobre el asfalto. Un morenazo, parado en la esquina, aúlla como un lobo, cuando pasan a su lado.
La hibridación de razas en Cartagena, entre negros, indios y españoles, le ha dado a este pueblo una cautivante belleza. También un carácter extrovertido y rumbero, supongo que por su clima y por estar cerca del mar. Como sea su gente es de lo más agradable, aunque bastante “picante”, factor que podes notar inmediatamente cuando caminás por sus calles. Si te quieren vender algo hacen toda una representación donde se destaca un verbo florido y generoso a la hora de adjetivar. La gente te saluda sin conocerte y son de un mirar directo y franco, detalle que, cuando se trata de mujeres, sorprende al viajero que viene de lugares donde las mujeres nunca miran directamente a los ojos.
En Getsemani hay muchos murales de arte callejero. Son decididamente buenos y en una escala gigante que aprovecha las muchas fachadas en ruinas que existen. Los veo de noche, cuando nos vamos a dormir y pienso en lo bueno que estaría fotografiarlos mañana, cuando me despierte.

Otro día caliente. Salimos un rato a mediodía pero el calor nos corre para la cucha por un buen rato. Siesta y a volver a intentarlo a eso de las cuatro. Tenemos la idea de ir a ver el Castillo de san Felipe, un viejísimo fuerte enclavado en una elevación a pocas cuadras de donde estamos.
Nos sacuden un poco en la entrada, con el ticket, pero vale la pena. Subimos y nos encontramos con la sorpresa que tendremos guía. Nunca estuve en una visita guiada, y me resulta gracioso. El guía empieza a explicar la historia del fuerte. Se construyó para proteger la ciudad porque si los invasores tomaban ese sitio estratégico les resultaba ideal para bombardearla, venciendo muy fácilmente a los defensores. No hay otro sitio elevado cerca de la ciudad más que este. Me recordó el cerro del Panecillo, en Quito, con idéntica historia y propósito.
San Felipe fue construido en tres etapas, a lo largo de 100 años. Arriba de todo estaba el lugar más inaccesible, donde se encontraba el Comandante y una guardia especial. Para llegar a este sitio tan protegido había solamente una entrada estrecha, en forma de túnel que asciende, de tal forma tal que los que suben no ven a los que están arriba, al final del túnel. De este modo 70 soldados con mosquetes de un solo tiro, turnándose, podían parar cualquier intento de acceso.
Hay también otra serie de túneles, por donde nos metemos. Los túneles tienen unos nichos o entradas a los costados donde se apostaba un soldado con bayoneta, oculto. Había que dar el santo y seña sino te ensartaban. La oscuridad y el encandilamiento de entrar allí hacían muy difícil esa vía de acceso para los invasores. También hay varias baterías de cañones, apuntando a sitios claves, desde donde venían los enemigos. Los muros son anchísimos y todo tiene proporciones monumentales.
El fuerte fue construido hacia el año 1600, y nunca fue vencido.
Volvimos a la Ciudad vieja, que es como un atractor infalible. Dando vueltas sin dirección fija encontramos una plaza (creo que es la de santo Domingo) hermosísima, donde daban ganas de quedarse a vivir. Hay allí una estatua de Botero, una mujer desnuda, algo inflacionada. Una chica me explica que “esta es la gordita más acariciada de Cartagena” Es inevitable acariciarla, en efecto. No sé cuál es la razón, tal vez su belleza unida a la suavidad del bronce sean los responsables del efecto amoroso que produce.
Volvemos ya entrada la noche. No puedo entender cómo pero esta ciudad siempre está de sábado, en la calle, bebiendo, disfrutando la vida como si se hubiesen dado cuenta, de alguna manera misteriosa, de su terrible, inevitable fugacidad.