No les puedo contar mucho sobre el viaje porque se me mezclan bastante los días y los acontecimientos. Ahora entiendo porque los periodistas andan con una libretita encima y toman notas, anotando la fecha.
Lo cierto es que fue un viaje que pensaba cancelar porque sentía que la moto no respondía bien, y que al final primero Oscar y después Chicho y Ale me incentivaron a continuar. Resultó ser entonces un viaje espectacular y la moto se comportó mejor de lo que esperaba. En Córdoba no tuvo problemas porque siempre manejamos a velocidades menores a los 100km/h. En la ida y en la vuelta, se mostraba si un poco remolona para superar los 140, hicimos partes a 150 y el promedio fue 130 km/h. El problemita sigue estando en la moto y pienso que se debe a una carburación fina en alta y un filtro de aire adecuado.
Asi fue que partimos el sabado 10 de marzo a las 10:00 con la despedida de Oscar y Japi que fueron al ACA de Debenedetti. El día fue ideal para viajar, 22°, cielo despejado y rutas vacias nos llevaron hasta Villa María a las 17:30. Paramos en un hotel muy cómodo, y comimos muy bien en un tenedor libre tipo cantina que me recomendó una kioskera algo extraña que se quejaba porque según ella las chinitas que andaban por ahí le habían robado el encendedor del local por décima vez. Una vez que cenamos fuimos a caminar un poco por el centro. Noche de sábado y ya se respiraba tranquilidad y seguridad por todas partes, un contraste llamativo después de dejar la inseguridad de Buenos Aires y la miseria de Santa Fé, las tres provincias mas ricas del país y con tres sociedades tan diferentes. Me gustó mucho ver familias locales mirando vidrieras, madre padre y dos hijas tocando los 20 y compartiendo un paseo por el centro es algo que ya no se vé por aquí. Chicho y Ale pensaban ir al casino y yo estaba bastante cansado por el viaje así que me fui a comprar un agua mineral y a dormir, que al otro día haríamos el trayecto de las altas cumbres, un tramo que según cuenta Chicho del viaje anterior que hizo, si hay un poco de nubes hay que ir con todos los sentidos alertas. Regresé al kiosko anterior a comprar el agua y a agradecerle a la señora el excelente lugar que me había recomendado y está vez la pesqué leyendo una revista de armas donde se exhibía el famoso fusil AK-47 soviético. Por las dudas pagué con el cambio exacto, monedita a monedita para tratar de no alterarla J
A las 10:00 del domingo partimos primero hasta Alta Gracia, donde nos sacamos algunas fotos junto a la casa del Che y después pensando que ibamos a encontrar mejor variedad de precios y comida hacía Carlos Paz. Totalmente diferente a como lo conocí hace 20 años. Hoy es una Mar del Plata con montañas, yo solo quería comer y salir de ese enjambre de cemento cuanto antes a la tranquilidad de la ruta.
Y por fin llegaron las altas cumbres, con cielo despejado y tocando los 30°. El Tengai estaba a sus anchas ahí arriba, trepaba las curvas solito. Fueron 120 kilometros de curvas y montañas, a principio uno quiere parar cada 200 metros a sacar fotos y con el correr de los kilómetros uno se dá cuenta que la belleza no se termina nunca, que continúa curva tras curva y finalmente gana el cansancio y uno se sacia.
Mina Clavero aparece casi de repente después de una recta que parece un túnel de árboles y detrás de una loma. Alli estaba Carlitos con el auto ya a medio cargar de piedras que Yanina le había hecho recoger por todas partes, y nos guió hasta la hostería dónde paramos la primera semana.
Lo mas lindo que tiene Mina Clavero es que a 15 kilómetros a la redonda hay por lo menos 12 lugares espectaculares para conocer y pasarse el día. Tiene buenos restoranes, de los modestos pero generosos y un centro comercial que a media noche está casi todo abierto pero vacío. Había soñado varias veces con pasearme solo por una ciudad desierta dónde todo estaba abierto y esta vez ese sueño se volvió realidad.
Lo mas molesto de Mina Clavero, las motitos chinas, por todas partes y conducen como demonios.
La mayoría de las fotos que postié son de los alrededores de Mina Clavero, lugares dónde se mezcla el dorado de la arena bajo el agua con el reflejo verde botella de la vegetación. Pasamos una semana entre esos parajes y nos quedaron una pila de lugares por recorrer, Pasábamos cada día en un río distinto y por la tarde volvíamos a la hostería a tomar mate con facturas en la pileta. Por la noche, restorán y paseo o casino, dónde todos salieron hechos y yo no jugué porque había una sola mesa de Black Jack y no había nadie jugando. No me gusta jugar solo, porque si pierdo me hago la cabeza pensando que el que dá las cartas la tiene contra mi.
El casino de Mina Clavero es muy chiquito, del tamaño de ¼ de cancha de futbol, pero tiene en la puerta una importante fuente del tamaño de una pileta de natación con chorros de agua que forman distintas figuras como en una coreografía para atraer a los transeúntes. En el interior una suelo alfombrado a rayas naranjas, blancas y negras cubría las dos alas, 6 mesas de ruleta plagadas de contingentes de jubilados que apostaban sin lógica alguna, una de punto y banca y otra de blak jack desiertas, estaban en un ala y en la otra mitad del casino había dos ruletas electrónicas y casi 60 maquinas tragamonedas. Ambas alas estaban separadas por un bar y un organista que con cara de trapo cantaba con linda voz canciones melódicas como si fuera un robot.
Llegó Chris haciendo un viaje en tiempo record en la R6 y Vanina llegó al otro día en colectivo. Me sentía tan cómodo y distendido que empecé a perder la cuenta de los días y así casi estábamos llegando al final de la primera semana. Carlitos partió para Calamuchita con el auto atiborrado de piedras, para pasar dos días con Claudio y Rita antes de volverse a Buenos Aires y habiendo fracasado en el intento de cambiarme el peinado, quería que me peine al estilo Gran Hermano y yo la verdad que estoy contento con mi estilo con raya a la usanza Victor Bó.
Intentamos hacer los túneles, que muchos decían que era lo mejor que tenía Mina Clavero, pero los primeros 50metros de un camino de casi 15 kilómetros de ripio nos hizo cancelarlo. La moto de Chicho se volvía incontrolable y yo después de una experiencia un poco fulera que tuve la mañana anterior en una curva con arenilla estaba bastante sensibilizado y no quería saber nada con piedritas y cosas rodantes debajo de las cubiertas. Había encontrado arenilla detrás de una curva que cayó de la montaña con la lluvia nocturna, venía en bajada y cuando quise aplicar los frenos ya estaba encima de la arenilla, derrapé adelante, después atrás, adelante nuevamente mientras iba desbloqueando las ruedas sucesivamente y por fin pude detener la moto a pocos centímetros de la montaña. Chris que venía atrás, se llevó un susto porque ya me veía estampado contra una pared de roca.
En reemplazo del itinerario fracasado, seguimos unos kilómetros mas hasta Salsacate dónde pasamos la tarde en el río junto a unos arboles hermosísimos, conversamos con un lugareño muy particular que se acercó a mirar las motos y casi nos convence de cruzar a La Rioja. Un pibe joven, de unos 25 años, camionero el, que estaba de paso por su pueblo unos días de franco que le habían dado. Tenía una remera del Ché y decía: Este pueblo ché, es una porquería, siempre igual, nunca pasa nada. Es culpa del intendente que el pueblo esté asi, a mi no me gusta que esté asi. A mi la poli me agarra y me dice que yo ando con ideas raras, pero yo no tengo ideas raras, yo quiero el progreso. Parecía un personaje sacado de la década del 70, en un pueblo sin tiempo, con casas modestas y un comercio muy elemental de cada rubro a lo largo de 3 cuadras. Era un personaje para hablar toda la tarde, pero me pareció que no había animo en el grupo para invitarlo a almorzar ya que al parecer desentonaba mucho con nuestra forma de ser. Sin embargo en el rato que nos quedamos solos conversando, me contó un par de anécdotas de su vida y de su juventud en el lugar. Anécdotas que no resultarían extrañas entre las páginas de Tom Sawyer pero son casi cinematográficas para los vichos de ciudad que somos.
Tenía este cordobés, nacido en Mendoza, algo muy lindo que encontré en casi todos los cordobeses con los que hablé. Y es la predisposición al diálogo, y al buen diálogo. Ninguno dice pavadas y todos te cuentan un pequeño capitulo de sus vidas sin que se lo preguntes y sin conocerte.
El ultimo día en Mina Clavero parecía ser medio sonso, porque a la mañana estuvo nublado y no teníamos itinerario a dónde ir, pero reultó ser uno de los mas lindos. Saliendo por la misma ruta que habíamos entrado buscábamos un sitio llamado El Nono, los encontramos casi de casualidad, después de perdernos un par de veces y con Chicho y Ale nos pasamos la tarde allí, con una parejita santafecina que encontramos a bordo de una ninjita igualita a la de Dany. Chris se había agarrado una pequeña descompostura después de pelear con un cliente por teléfono, asi que se quedó en la hostería con Vanina de compañía.
Lo lindo de llegar a este lugar fue que a la ida nos enfrentábamos a la pared de piedra que forma las altas cumbres, sobre los árboles se eleva la montaña casi verticalmente y te rodea, por momentos marea esa sensación de estar acercándose a algo tan inmenso y que siempre está fijo ahí y te va engullendo, a veces es preciso mirar las rayas de la ruta para confirmar que uno está moviéndose. En un punto cerca de una YPF y antes de una curva, aparece un cartel que desvía hacia un camino de tierra con un poquísimo ripio muy finito y es el camino al museo Rocsen. A mitad de este camino de casi 2km está el Nono.
A mi me sirvió para despejar los fantasmas de la arenilla en el asfalto que me habían quedado del la desventura anterior y noté que el Tengai se comportaba muy bien en este terreno si uno peinaba los frenos de vez en cuando. Me sirvió para meterme después en Calamuchita en caminos mas complicados y descubrir aquellos paisajes que solo están reservados para las trails. Al fin y al cabo sin instructores en trails, era así como debía meterme al ripio, de a poquito, para ir conociendo la respuesta de la moto.
Mañana colocaré las fotos de Calamuchita y les contaré un poco de la segunda parte del viaje.
Les mando un abrazo.
Federico