"84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Historia de motos y de pilotos que trascendieron sus tiempos... Articulos para leer sin apuro.

Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor Christian 380W el Mié Jun 09, 2010 1:17 am desde Capital Federal, Argentina

CAPÍTULO XV


En el circuito de Nürburgring, en la madrugada del 22 de Agosto.

¿POR QUE NO IBA A LLORAR?
por LUIS DI PALMA


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¡Sí...! Llegué llorando a los boxes y... ¡qué hay? ¿Qué tiene? ¿Quién puede saber, sino el que lo pasó, lo que significa perder un auto así, a esa altura de la carrera? No fue lo mismo que otras veces. No fue igual a nada que yo haya experimentado antes.

Todos saben que yo, alguna vez, me he ido afuera. Creo que jamás podré olvidar lo que fue mi primer vuelco... la sensación de haber perdido el control... los tumbos del auto... sentir esa extraña fuerza que parecía quererme arrancar del asiento... los ruidos del metal que se dobla... de los vidrios que se astillan y luego... el silencio. El silencio repentino, que parece total, como si el mundo se hubiera detenido en ese mismo instante. Sí, ese es un recuerdo que a ninguno de nosotros le gusta tener como compañero de almohada.

Pero esto... ¡esto fue distinto! Peor. Mil veces peor. Y no por el golpe, que no llegó nunca, ni por los destrozaos, que no existieron. Para comprenderme hay que conocer toda una historia y recién entonces sabrán porqué un hombre puede llorar, aunque no le haya pasado nada.

Traten de ponerse en situación. Piensen en todo lo que se había conseguido ya, en cuántas personas habían comprometido muchas cosas (y cosas muy importantes) para que existiera la Misión Argentina. Para que un grupo de pilotos estuviéramos girando, haciendo entrenamiento, en el circuito de Nürburgring.

Piensen, ahora, en los primeros resultados. En el largo y cansador trabajo de los mecánicos, que deben pasarse horas y horas al lado de los autos, corrigiendo una cosa, mejorando la otra o remendando lo que los pilotos rompimos...

¡Yo lo sé bien, porque lo he hecho! Piensen que un accidente hizo que se descartara un auto, que quedó tirado en un rincón, como inservible. Y que otro “fuera de pista”, de peores consecuencias que el primero, redujo el equipo a sólo dos Torinos.

Entonces sucedió lo que creo que sólo los argentinos somos capaces de hacer: Fangio, Berta y Lobbosco cambiaron ideas, conversaron con Macagno y con Zurita, y decidieron que aquel auto, el que había quedado tirado en un rincón, como inservible, correría las 84 Horas de Nürburgring... ¡De los dos, hicieron uno...! Lo llamamos... “la Banana”.

A todo esto, sabíamos que una de las cosas contra la que más deberíamos pelear era contra el peso de los autos. Mayor peso significa mayor desgaste de frenos y neumáticos. Entonces yo pensé en la posibilidad de encontrarle un ritmo al circuito, utilizar los frenos lo menos posible, y poca caja para cuidar el embrague, y también lograr que el motor no trabajara muy “arriba” en vueltas. Lo busqué, practiqué, me equivoqué algunas veces, acerté otras, hasta que di en la tecla. Traté, en esa forma, de encontrar “el tiempo” como para girar en carrera y cuando supuse que lo había logrado, pedí que me controlaran. Andaba bien. Conversé el tema con los otros muchachos, y llegué a la conclusión de que todos habían pensado más o menos lo mismo. Les conté como lo hacía yo, cómo me había salido, cómo usaba el freno solamente dos veces a lo largo de una vuelta y la segunda velocidad sólo una vez... ¿Se dan cuenta que lo que nosotros queríamos era cuidar los autos...?

Ahora piensen, un poquito, en lo que significó, para el grupo de mecánicos, el fabricar “la banana”. Si nosotros casi no lo podíamos creer... ¡la cara de los alemanes era impagable!

Así fue que largamos la carrera, después de todos estos inconvenientes, con tres autos. La verdad es que “la Banana” era poco menos que “la sensación”. Para Galbato, para Cacho Fangio y para mí, que integramos el equipo, antes que Galbato ... (¡qué tipo sensacional!...) cediera su puesto a Gastón, “la Banana” también era una sensación... ¡pero distinta!

Resulta que el auto había quedado bastante derecho, pero... algo tenía que lo hacía más raro que cualquier otro que yo haya manejado en mi vida. En la recta era difícil de llevar... ¡pero doblaba fenómeno! Luego que Berta hizo unas correcciones finales, quedamos bastante contentos. Además... podíamos correr, y eso... ¿les parece poco? Pero sigan pensando en todo lo que significó el poder poner ese auto en la pista.

Largó Carmelo. Todo anduvo bien. Cuando lo reemplacé... ¡qué se yo...! me equivoqué... me trabuqué con el asunto de pasar justo a las cuatro de la madrugada por el control, y resulta que quedé como a siete minutos. Sin variar mucho el ritmo comencé a pasar autos y autos y autos, y fuimos arrimando en la clasificación. Al día siguiente, sobre el medio día, cuando llovían sapos y culebras... ¡se fue afuera Cupeiro! Allí quedo el auto, intacto, sin un rasguño. Sólo quedaban dos autos. Y uno de ellos, “la Banana”.

Jorge cree que sabe disimular, pero... ¡la bronca le quemaba por dentro...! Sin embargo, yo quisiera decirles que cualquiera de nosotros pudo haberse ido afuera durante esa tormenta. Tan es así, que vimos un montón de autos que quedaron sembrando el circuito. Y sin contar los que no pudimos ver porque se habían ido abajo!

En fin... ¡que nos quedamos con dos autos! Se integró entonces Gastón Perkins al equipo de “la Banana” y seguimos tirando y tirando, sin pasarnos de rosca, porque Fangio y Berta nos guiaban continuamente, hasta que llegamos a escoltar al Torino Nº 3. Pero esto, que se cuenta así de fácil, no fue sencillo de hacer.

Por eso les pedía a ustedes que piensen en cada esfuerzo, en cada sacrificio, en lo que significó el llegar con dos autos a las posiciones que ocupábamos en ese momento de la carrera. Y en todo lo que hubo que poner, de valores humanos, para que “la Banana” pudiera largar la carrera.

Y entonces, cuando todo estaba casi hecho, cuando nos pareció que tocábamos el cielo con las manos... entonces... ¡entonces me toca a mí el problema de las luces!

De golpe me quedé ciego. Lo peleé. Traté de adivinar la curva. Doblé, pero me había pasado del radio. Hice todo lo que pude, pero me fui afuera. Y no pude regresar al circuito.

Y entonces... ¡Sí! Llegué llorando a los boxes... ¿Entienden ahora porqué un hombre puede llorar, aunque no le haya pasado nada?

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Christian 380W
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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor henar85 el Mié Jun 09, 2010 3:36 pm desde Quilmes, Buenos Aires, Argentina

Que garrón las luces, me imagino a Di Palma puteando a lo loco, muy bueno Christian!!! Gracias de nuevo!!!! ::ap ::ap ::ap :wink:
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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor henar85 el Sab Jun 12, 2010 8:44 pm desde Quilmes, Buenos Aires, Argentina

Que lindo estaba el sabado para ver otro capitulo...... dale remolón ::di :roll: :mrgreen:
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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor Christian 380W el Mié Jun 16, 2010 1:22 am desde Capital Federal, Argentina

CAPÍTULO XVI


Nürburgring, en horas de la mañana del viernes 22 de Agosto.

LA VERDAD... ¡A MÍ ME DIO UNA BRONCA BÁRBARA!
por IVONNE GIBSON DE PERKINS



Resulta que yo estaba chocha por cómo iban las cosas. No es que sea una fanática pero... seguro que, si no se corta la luz, gana “la Banana”... ¡hubiera sido bárbaro!

Para entonces los argentinos brotaban de toda Europa y caían a Alemania y los mozos del restaurante nos conocían y nos reservaban la mejor mesa... Era fenómeno, ver a los argentinos unidos, “hinchando” por una misma cosa, los autos que andaban como la gran flauta y, aunque una no supiera el idioma ya pescaba la onda de lo que la gente decía.

Después, esa admiración... Era como Fangio volviendo... pero, en vez de Fangio, sus autos. ¡Pobre Luisito! ¡Ay! A mi me dio una bronca bárbara. Da rabia, sobre todo que se haya quedado por una cosa tan estúpida. Yo aprovechaba para dormir cuando dormía Gastón, pero justo ese día, se me hizo un poquito tarde. Entonces fue pensando ... “!Huy...! ¡Gastón ya debe estar corriendo!” Pero, cuando llegué a los boxes me dijeron: “Luisito tuvo tal problema...”

¡Qué se yo! Es la impotencia lo que más mortifica, porque si hubiera sido un problema-problema, un palier o el diferencial o algo así... pero... ¡por cortarse las luces...! ¡Por un cablecito estúpido...! Además, si hubiera sido de día no pasaba nada, pero, en fin... Así son las carreras.

Yo nunca tengo miedo cuando corre Gastón, porque le tengo una fe bárbara. En esta carrera menos todavía, porque no era una carrera de “a fondo”, de esas que todo el mundo va “al mango”. Aunque algunas veces Gastón se tentó. Recuerdo que cuando el Ford Capri los alcanzaba, Gastón hizo una vuelta en algo así como 12 minutos y pico... y en seguida Fangio puso banderas y carteles por todos lados, para que aflojara. ¡Qué bárbaro Fangio...! Se quedó levantado... ¡pero muchísimo! Estaba en todo. Además, cada vez que paraba uno de los corredores, le daba una palmada, un aliciente... “Bueno, hermanito, estuviste muy bien...” ¡y qué sé yo!

¡Qué bárbaro Fangio! Las diez mujeres más monas del mundo no llaman tanto la atención como él. Es increíble... ¡Y cómo trabajó y se preocupó! ¡sabíamos tanto del reglamento como el que más, y tenía a todos supercontrolados... Tanto, que uno de los directivos (uno alto, grandote, rubio, muy serio) dijo que de todos los equipos éramos el más correcto, en todo. Y eso que hay equipos con mucha experiencia. Y los italianos que son muy divertidos y, además, unos japoneses, pero... ¿quién va a entender japonés? Están de lo más recluidos en sí mismos. A mí, los que más me llaman la atención y charlamos y dicen “chau” y qué sé yo, son los italianos.

Pero... ¡que rabia! por un cablecito estúpido nos quedamos con un solo auto. Y Gastón de a pie, por segunda vez... Pero esto va a salir bien, y yo... no sé... pero me encantaría intentarlo otra vez el año que viene... Aunque Gastón dice que los demás también se vana a preparar mejor y que va a ser tan difícil como ahora. La verdad es que, con todas las piñas que hubo, que no se le haya pasado nada a nadie ya es bastante suerte...

¡Pobre...! Yo aquí, lamentándome por Gastón, y esa monada de chico que es el “Nene” García Veiga ni siquiera tuvo la posibilidad de subirse a un autos. Está bien que Gastón haya tenido mala suerte por partida doble, pero corrió en dos autos y... no es que yo sea una fanática de mi marido pero... seguro que, si no se corta la luz, gana “la banana”. Hubiera sido bárbaro...
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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor henar85 el Mié Jun 16, 2010 10:20 pm desde Quilmes, Buenos Aires, Argentina

Grande christian!!!!!!! muy bueno el capitulo, aunque que garrón las luces que lo parió :cry: :cry: :cry:
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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor henar85 el Mar Jun 22, 2010 8:01 pm desde Quilmes, Buenos Aires, Argentina

christian y ????????? ::di ::di ::di :mrgreen:
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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor henar85 el Vie Jun 25, 2010 11:44 pm desde Quilmes, Buenos Aires, Argentina

:roll:
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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor Kawamaster el Sab Jun 26, 2010 12:33 am desde Villa Crespo, Capital Federal, Argentina


Movi este tema aquí porque creo que si bien no es relativo al "motociclismo" tiene que estar en una seccion para que la pueda leer todo el mundo.

GRACIAS Christian por compartir todo este material maravilloso.

ABRAZOS!

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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor juangpz el Sab Jun 26, 2010 12:31 pm desde Quilmes, Buenos Aires, Argentina

Y el laburo que te tomaste de transcribir todo. La verdad barbaro
"LA DIFERENCIA ENTRE LOS NIÑOS Y LOS ADULTOS ES EL TAMAÑO DE SUS JUGUETES"


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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor Christian 380W el Sab Dic 04, 2010 6:51 pm desde Capital Federal, Argentina

CAPÍTULO XVII


Desde la habitación del Hotel, en Adenau. Viernes 22 de agosto, a las 7 hs.

¿DE SUPLENTE?... DE PINCHE, DE LAVAPIEZAS, DE CUALQUIER COSA....
por NÉSTOR GARCÍA VEIGA


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La verdad es que yo soy bastante madrugador, pero... ¡cómo cuesta despegarse de las sábanas cuando, durante días, uno sólo ha dormido unas pocas horas...! Ya son las 7.00 horas. Me caigo de sueño y me muero de ganas de ir al circuito. En mí, como en todos, gana el circuito.
¡Qué circuito! Es bárbaro, no te permite ni un error, pero ahí adentro te divertís como un loco... ¡lo que sería correr SP en Nürburgring...! Una carrera no muy larga. Unas 15 vueltas, pero así, a cara de perro... Te pasás Néstor... Apenas si sos suplente y ya estás pensando en Sport Prototipos... ¡pero sería bárbaro!
Mejor me miro al espejo y me pellizco. Si soy Néstor García Veiga, me dicen “el Nene” y estoy en Nürburgring. Cuando Fangio llamó por teléfono a mi casa y me preguntó si quería integrar el equipo... no sé... creo que fue la emoción más grande que he recibido en mi vida. ¿De suplente? Yo hubiera venido de pinche, de lavapiezas, de cualquier cosa. Y traté de colaborar de una forma u otra en el equipo. No he sabido bien en qué porque yo... de mecánica, no entiendo mucho, pero de cualquier manera... colaborar, en cualquier cosa, en lavar los vidrios de los autos, en limpiar los faros. Aunque sea, no poniéndome en el camino de nadie, no molestando.
¡Cómo me gusta esto! Si me preguntaran qué es lo que más me gusta diría que... ¡todo! Aún el no correr. No por mí. Y estoy muy contento de no haber tenido que correr; eso, por mis compañeros. Pero pienso que por ahí con suerte, se me da el año que viene o el otro... qué sé yo... pienso que alguna vez podrá ser. El doctor De Las Heras —algunos le dicen “El Tordo”, porque le tienen más confianza, yo lo llamo por el nombre, Lino—, me preparó como si fuera a correr. Dice que soy suplente y que tengo que estar listo para cualquier cosa. Pero estoy mucho más contento así, con que no haya sucedido nada. Pero este circuito es una bomba... Al comienzo me costó bastante conocerlo; era difícil de andar el primer día. Hubo algunos que lo aprendieron más rápido, pero a mí me costó bastante. Lo fenómeno es cuando agarrás un ritmo y le dás y le dás... Es un circuito bárbaro. Aprendí cualquier cantidad. Anduve de día, de noche, con lluvia, con niebla. Aprendí un montón. Y eso lo voy a poner en práctica cuando se corran, en Buenos Aires, las 25 Horas. De todo saqué experiencia. Y de todos. ¡Qué plato don Gastón! Para decirme que tenía que andar rápido, me marcaba “palo y palo”, pero como había que cuidar el auto, agregaba 4-2/4-4. Yo no sé si los alemanes entendían eso, pero a mí me hacía reír el cartel de “palo y palo 4-2/4-4. Como si me dijeran: “andá a fondo, pero no lo pasés de 4.400 r.p.m.”
Lo que sí entendieron los extranjeros es que trajimos un auto en serio y un equipo igual de serio que el auto. Al comienzo no nos pasaban bolilla. Que el auto era muy grande... muy pesado.. ¡qué se yo! que Fulano corría tal marca... que Mengano tal otra.. que el campeón del año pasado... Lo que yo sé es que a esta altura deben haber incorporado una palabra nueva al idioma alemán, porque en todos lados escucho “Torino” de aquí, “Torino” de allá. Antes era “que en la niebla íbamos a tener que parar” que a los argentinos en cuantito llueva “no los vamos a ver más”... pero hubo niebla y llovió como si fuera la única cosa que les quedaba por hacer en el cielo. La verdad es que se les puso muy feo a los tres autos... ¡Andaban haciendo piruetas bajo un diluvio que era como para el Arca! Pero todo pasó y eso no lo esperaba nadie. Es sensacional. Y estoy aquí y aunque no le ponga el físico a ningún auto (que no lo quisiera) estoy aquí, soy parte de todo esto y, para mí, es lo más grande que me ha ocurrido en mi vida. No me puedo perder nada. Ni un momento. ¡Me voy al circuito!

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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor RomeoCharlie el Sab Dic 04, 2010 7:06 pm desde Villa Carlos Paz, Cordoba, Argentina

Qué relato,por Diosssss !!!!!!!

Gracias Christian ::ap ::ap ::ap ::ap
TODOS LOS APURADOS ESTAN EN EL CEMENTERIO
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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor pelad09 el Mié Dic 08, 2010 9:23 am desde Suzuki Town

Christian 380W escribió:Lo que yo sé es que a esta altura deben haber incorporado una palabra nueva al idioma alemán, porque en todos lados escucho “Torino” de aquí, “Torino” de allá.

::ap ::ap ::ap ::ap ::ap ::ap ::ap ::ap ::ap ::ap
¨Aquilas non capit miuscas¨
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-.-El Hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras-.-
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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor Christian 380W el Mié Dic 08, 2010 11:47 am desde Capital Federal, Argentina

CAPÍTULO XVIII


Nürburgring, al amanecer del día Viernes 22 de agosto de 1969.

...Y LA ANGUSTIA FUE MI COMPAÑERA
por JOSÉ T. ONETO.A


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Los primeros reflejos del alba comienzan a iluminar este viernes, cuando decido tomarme un descanso. Desde el martes hasta este momento (las 5.30 de la mañana), mi contacto con la almohada apenas si alcanzó a 5 horas en total. Camino del hotel, voy haciendo un “racconto” de todo lo vivido. Sin desvestirme siquiera me tiro boca arriba en la cama, las manos entrelazadas en la nuca y apretando los párpados como para apurar el sueño que no llega, pese al cansancio. Pero los nervios pueden más que la fatiga. La visión retrospectiva anduvo desandando el tiempo hasta el instante en que Di Palma apareció en los boxes confirmando la noticia de su “no va más”. Ahora lo que tiene vigencia es esa imagen del coche Nº 3 punteando la competencia.
Tengo necesidad de dormir. Comprendo que si pierdo este par de horitas de descanso ya no tendré reposo hasta entrada la noche del sábado. Sin embargo, cuando no es el rumor de los autos pasando, que el viento empuja hasta mí, es un teclear del telex que no me abandona; que como un fantasma penetra en mis oídos, recorre sus laberintos y regresa. Creo enloquecer. Necesito dormir. Es el arrastre de 19 días digitando sobre un teclado, que se ha incorporado a todo mi ser y se agita en repiqueteo infernal.
De cuando en cuando el martilleo penetrante, cede. Es para dejar paso a otro rumor que, aunque apagado, se filtra por la ventana sin persianas de mi habitación. Se trata del rumor alegre, sonoro, vibrante, del escape del Torino. Cada 14 minutos, aproximadamente, se repite la música argentina. Y ya no pienso más en dormir. Ni siquiera entorno los párpados. Sólo espero el momento en que el Torino encara la “chicana”.
Y no aguanto más. El reloj me dice que son las 8 y monedas. Me pongo de pie y en instantes más estoy en marcha hacia el circuito. Pero me detengo brevemente en el puente de la “chicana” a esperar el paso del coche Nº 3. El suspenso se prolonga. Y vuelvo atrás el tiempo en la memoria. Y pienso en Fangio, en su larga vigilia con los pies sobre un bidón porque el box está inundado. Veo a don Pablo Macagno con el cronómetro y la planilla, arrancándole rezongos trasnochados al mate que ceba Cordero, o Sanz o Giacone, mientras los demás mecánicos se turnan enarbolando las pizarras y Berta remedia el reposo del guerrero dentro de la carpa, con un problema de angina rebelde...
Vuelven a desfilar como en una galería de cuadros, todos los rostros familiares de tantos días vividos como ermitaños. En Nürburgring. La pena de Di Palma, el gesto de amargura de Perkins por su doble “quedarse de a pie”; el dolor interior de Cupeiro, la nobleza de Galbato en su renunciamiento, la solidaridad de Cacho Fangio y García Veiga; el toque de humor de Rodríguez Canedo para matar el tedio, la seriedad mayor de Franco, la inquietud de “Larry” por relevar al compañero; las gestiones sin tregua de Teleki, los cigarrillos devorados por Lobbosco, los termos con cacao preparados por Lino de Las Heras, los asados de Casarín (y su valija fantasma), los emparedados que consiguió Donati, a pecio de oro y las noches en vela de Ruata, Astiz, Verna y “Bieletta”. Y pienso en mis colegas viviendo a pleno todas las emociones, pero también sufriendo el agua, el frío y las vigilias.
Y pienso en la tierra lejana; en todos aquellos que creyeron en la patriada y que ahora quizás estén pegados a los receptores escuchando en las voces radiales de habituales jornadas locales, el mensaje de este sensacional primer puesto que aún mantiene el auto argentino. Y siguen en caravana los recuerdos, desde el día en que dejamos atrás Ezeiza rumbo a eso que algunos tildaron de aventura imposible y que hoy ha trocado en “misión posible”. Y pasa el tiempo y el Torino no aparece. Van 13 minutos... ¡Ahí está...! El bramido lo delata. Los cambios se suceden y la trompa agresiva del auto argentino emerge de la curva; y al pisar sobre la recta del puente, revienta un trueno que resquebraja los cristales del aire. Ya pasó; se pierde en el fondo de la recta . Pero una rumorosidad, acaso desusada, deja un poco en suspenso la repentina alegría que experimenté ante esa presencia que permitía seguir alentando esperanzas. Algo no anda bien, me digo en reflexión inmediata. Y una nube oscura, la de la duda, se suma a la tropilla de bajas nubes amenazantes que el viento arrea rumbo a cualquier parte.
Y estoy otra vez en el circuito. Son las diez y cuarto. No hace falta preguntar nada. La pizarra indica al coche Nº 3 que debe ingresar a boxes, y observo preparativos e inquietud en la gente argentina. Por ahí, siempre procurando no ser inoportuno, me atrevo a averiguar algo más. Efectivamente, aquella rumorosidad era anormal. El escape estaba suelto. Pasan unos minutos y aparece el Torino (Copello al volante). Manos ágiles y diestras manejan un alambre como remedio de emergencia para salir del paso. La tarea lleva 2m45s. Lo suficiente para que el auto sea castigado con tres vueltas de descuento y de esa manera deje de ser el puntero de la competencia, bandera que mantuvo en alto a través de 57 horas. A partir de ese momento es el Ford Capri, Nº 7, el auto que marcha a la vanguardia. Duele. Nos habíamos acostumbrado mal. Llegamos a olvidarnos de que, humildemente, vinimos a competir; a entregar una imagen argentina. Y ahora nos molesta abandonar la delantera; nos produce desaliento. Pero más en frío, reflexiono y se me ocurre que éste es “un triunfo que no necesita bandera a cuadros...”. Y en esa inteligencia me dispongo a seguir la tarea.
Ha transcurrido una hora. “Larry, que relevó a Copello, recibe indicaciones para que cambie pastillas de freno y rodado, parte trasera izquierda. Son ya las 11.45 y “Larry” ingresa al parque de reparaciones, donde el piloto puede realizar tareas sin penalización alguna. Y “Larry” comienza la suya. Procede con mucha cautela. Desprecia la rapidez en beneficio de la seguridad. Pero nadie nos quita la angustia, porque el reloj es terminante con su marcha inexorable, y la aguja va estrechando el margen de tiempo para poder dar la vuelta en los 24 minutos que exige la reglamentación de la carrera. Ya “Larry” concluyó con el cambio de pastilla y rodado. Mientras se ajusta el cinturón de seguridad, consulta. “¿Cuánto me queda...?” La respuesta es, “!Catorce minutos!”. Apenas si se escucha decir... “!catorce...!”. No necesita saber más y pisa con fuerza y nervio. Va a jugarse una carta muy difícil. Con partida detenida es casi imposible bajar de 14 minutos. El lo sabe, nosotros también, y lo acompañamos. En esa carta nos jugamos todos.
....Estamos viviendo el momento de mayor angustia. Solamente un milagro puede mantenernos en carrera. Diez minutos y diez segundos insumió la detención. Vuelvo la mirada al cronómetro: 12 minutos han quedado atrás... Pero allí se escucha al Torino, ¡está entrando en la “chicana”! Se acerca, ya está frente al control y tembloroso nuestro pulgar hunde con rabia la perilla. Las agujas se clavan en 13m08s. Y mientras pienso en que existen los milagros, la muchachada argentina, brazos en alto y aplaudiendo, señala a “Larry” que entró en tiempo. La mano del piloto haciendo la clásica seña de “O.K.”, una sonrisa y un guiño, lleva tranquilidad a todos. Todavía estamos temblando. Clavar 13m08s con partida detenida es realmente un milagro. ¡Increíble”.
Está cerca el mediodía. Hace un rato “Larry” intentó repetir su proeza cambiando pastillas y rodado del lado derecho. Pero las pastillas estaban muy duras y los minutos pasaban volando. Calculando que no iba a poder realizar la tarea y dar la vuelta en término, “Larry” dejó todo como estaba y reanudó la marcha. Eso no era el mayor problema. El verdadero está en el escape. Como esta mañana. Acaso más acentuado, pese al recurso del alambre. Y el nervio, la angustia, el cansancio y el sueño, siguen marchando del brazo con el café y el cigarrillo. Son mis trasnochados compañeros. Y con ellos hago un paréntesis en el bar del circuito. A través de sus ventanales sigo la carrera, mientras recopilo apuntes.
Y la rumorosidad del Torino crece... allá afuera, sobre la pista...

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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor Christian 380W el Mié Dic 15, 2010 1:33 am desde Capital Federal, Argentina

CAPÍTULO XIX



Nürburgring, en la zona de boxes, transcurridas 60 horas de carrera. Eran
las 13.00 hs. del viernes 22 de agosto.

LA HORA MÁS DIFÍCIL
por CARLOS LOBBOSCO


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Faltaban 24 horas para terminar la carrera. Nos quedaba un solo auto y ya teníamos la seguridad de tener que parar. La primera sensación es de que a uno se le viene el mundo abajo. La tragedia de un único auto que tenga que parara en boxes para reparar una pavada mecánica perdiendo muchos minutos que son otras tantas vueltas menos... te rodea una impresión desoladora. Después una piensa, medita, y volviendo hacia atrás analiza lo hecho antes de la carrera y hasta el momento. Entonces uno se da cuenta que esa pavada, que se pensó tan importante, no deja de ser una pavada en el contexto general de la cosa.
Vuelve el ánimo, el optimismo y la fe. Y el recuerdo. Todo lo que pasó desde hace un año, desde el momento que Ika-Renault decide mandar a Fangio y a Berta a ver esta carrera y se me incluye a mí en esa misión de observar. Estuvimos, vimos y nació una profunda fe en nuestros autos, pilotos y mecánicos. Un paréntesis, por razones empresarias, se tradujo en la imposibilidad de concurrir como equipo oficial de la Fábrica. Pero había que buscar una forma. Había que dar salida a esa fe y la forma surgió... charlamos largo con Fangio... en su concesionaria de Constitución. Llegamos a un resultado: que el nombre de él podría llegar a unir a una gran cantidad de gente y como una empresa privada, como una misión privada pero con sentido nacional, podríamos hacer exactamente lo mismo. Con igual eficiencia, con igual repercusión para nuestro país. Nuestro objetivo fue, por sobre el problema de parcas: llevar un cachito de tierra argentina a Europa. Fangio y Bordeu, lamentablemente para mí, tuvieron que viajar al extranjero. Quedé solo, con Berta. Pero antes de partir, Fangio tuvo una entrevista con el señor Lavaud y obtuvo los tres autos y los repuestos que hicieran falta. Este fue el punto de partida. Por dos meses, con Fangio y Bordeu en Europa, se podría suponer que recayó sobre mis hombros la responsabilidad del proyecto. Pero no fue así. Tuve el aporte incondicional de mi gran amigo Oreste Berta y algo que era como un cheque en blanco: en nombre de Fangio, porque me había dado libertad absoluta para usarlo y actuar en su representación; me aboqué de lleno al problema de reunir recursos. No hizo falta ver más de diez u once personas. Todas me dieron su aprobación y apoyo. Y no era Fangio el que estaba actuando, pero sí su nombre. Mientras tanto, en Ika-Renault, ingeniería de productos trabajó activamente en el problema de los autos, el ingeniero Leeper y su equipo, con contacto permanente y colaboración de Berta, llevaron a cabo un trabajo de excepción. Mientras tanto el trabajo proseguía en forma de concretar apoyos, recursos financieros, contactos en los que hace a viajes, neumáticos, hoteles, intérpretes y las mil cosas que conforman un operativo de esta naturaleza. Con Fangio de regreso en el país, anudamos todo lo que hubiera podido quedar suelto. El operativo Misión Argentina estaba en marcha. Luego tuvimos una reunión para elegir los pilotos y bien se puede decir que la lista surgió por unanimidad. No sufrimos ese difícil problema... Es que una elección realizada por Fangio no da lugar a dudas. Se puede equivocar, es humano, pero creo que Fangio es tan importante en nuestro automovilismo que hasta tiene el derecho a equivocarse. Así nos embarcamos en esto, que fue todo brillante, y ahora, faltando 24 horas para finalizar, casi se me viene el mundo abajo, en un primer instante. Pero uno piensa, medita y renacen el optimismo y la fe. Después de esas primeras 60 horas, después de ver lo que habían hecho ese grupo de muchachos argentinos, pilotos y mecánicos, de una increíble capacidad humana y profesional, quiero afirmar que podrían sucederse mil problemas de escape, podría explotar el auto en la vuelta siguiente, que a mi juicio estaba todo hecho.
Y el Ford Capri se nos venía encima. Con Berta pensamos en hacer apurar nuestro auto. Tenía resto. Podía girar algo así como 30’’ menos por vuelta, sin riesgo. Pero, aceptando la total autoridad de Fangio en este tema, lo consultamos. “No, hermano, nos dijo, si quiere agarrar la punta... ¡dejalo! Faltan 24 horas para que termine la carrera”. Y yo lo miré, vi en él 5 campeonatos del mundo, vi en él muchísimas carreras que ganara “de atrás” y me dije... “palabra santa”. Nos miramos con Berta y el Torino siguió girando en 14’ la vuelta. El Capri tomó la punta, pero sospecho que la extraordinaria intuición automovilística de Fangio había determinado la dificultad para que ese auto, que hacía 24 horas que venía girando en 13’ y aún menos, prosiguiera intacto a ese ritmo. ¡Y se quedó el Capri! Pero nació la tragedia de nuestro escape. No importa, hemos superado otras. Hemos perdido dos autos y sin embargo, ganado la más difícil batalla. La humana. Cuando se quedaron esos dos autos (y esto cubre, tapa y aún valora todo lo demás) hubo una unión tan grande para consolar al caído que después de ver eso el resto se empequeñece. Llegó Cupeiro a los boxes y fueron mil palabras de aliento. Las primeras, las de los mismos compañeros del auto que se habían quedado a pie. Luisito llegó llorando, con un ataque de nervios y sobraron brazos y palabras para consolarlo. Había un grupo humano que superó al golpe material. Y eso pasó en la Misión Argentina y eso fue maravilloso. ¿Qué hubo algún roce, alguna palabra fuerte? Sí... yo tuve mis violentas discusiones con Eduardo Copello, con Gastón Perkins, con Oreste Berta y hasta con el mismísimo Fangio... Pero si alguien me dice que 30 hombres, conviviendo juntos, en una selva, por más de un mes, no han tenido ni un sí, ni un no, entonces yo les digo que allí no hubo 30 hombres, sino 30 muertos.
Pero... ¿cuánto duraba el enojo...? ¿Cuarenta y cinco segundos, o treinta? Creo que... sólo el tiempo que tardábamos en darnos cuenta de que habíamos alzado la voz. El grupo humano se debe valorar en los momentos difíciles, y allí superamos cualquier cosa. Y ahora enfrentaremos otro. Hay que parar... ¿cuánto tiempo? Los manuales de servicio dan una cifra para cambiar el caño de escape. Pero necesitamos otra. Otra que reduzca los minutos, que los contraiga en base a nervio, garra, habilidad. Todos vamos a estar allí. En las manos de Giacone y de Diez, como si fuéramos la proyección física de un aliento y una esperanza.

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Re: "84 Horas de Nürburgring: Misión Argentina"

Notapor Christian 380W el Mar Dic 21, 2010 1:14 am desde Capital Federal, Argentina

CAPÍTULO XX

Nürburgring, viernes 22 de Agosto, 17.00 hs.

LO DEL ESCAPE FUE ASÍ...
por GELMINO GIACONE



—Mirá “Gringo”... hay un problema de escape. Va a ser necesario cambiarlo.
Con estas palabras me abarajó Oreste Berta cuando llegué a cumplir mi turno a los boxes. Venía yo de descansar 8 horas, porque hacíamos 8 de trabajo y 8 de descanso y, claro... no tenía mucha idea sobre lo que había pasado. Pero la sorpresa me despertó más rápido que la lluvia, que era bastante tupida. Sobre el pucho, le pregunté a Comari qué había sucedido.
—Resulta que hará como una hora paró este muchacho Copello. Traía puestos los guantes de amianto, todos sucios. Venía con atraso y nos tenía preocupados. En cuanto estuvo a tiro nos dijo que se le había caído el caño de escape, y que tuvo que parar para colocarlo y tirarse abajo del auto. Berta le ordenó que siguiera girando, mientras que con Zurita, preparábamos una chapa como de unos 30 cm. De largo, que enrollada tuviera el perímetro del caño de escape. Pensamos que con esa chapa, bien atada con alambre, podríamos sujetarlo en su lugar. Pero resultó que el caño estaba bastante deformado por los golpes y no enfrentaba bien. Siguió haciendo bastante ruido, aunque creo que el problema que hacen “los de la deportiva” no es tanto por el ruido. Dice que tiene miedo que se caiga, y nos dieron tiempo hasta las seis de la tarde para arreglarlo.
Berta nos llamó. No había tiempo para más conversación.
—Ché... “Gringo”... ¿qué pensás vos?
Antes que pudiera decir nada, Berta había esbozado su solución. Poco pude yo agregar, salvo algunos detalles, ya que lo previsto era lo mejor que se podía hacer: acortar el escape, y utilizar sólo el primer tramo, anulando el segundo, de forma tal que el silenciador quedara colocado al finalizar el primer tramo.
Sucede que con las vueltas que pegan los caños por arriba del tren trasero, y sin fosa... ¡ni Mandrake hubiera puesto en escape completo en el tiempo que disponíamos!
Preparamos todo. El turno lo compartíamos Pablo Macagno, Andreu, Cordero, Sáenz y yo. Con éste último, un gran compañero y muy buen hombre, fuimos hasta donde estaba el Torino blanco, el que había sido de ensayo, y lo usamos otra vez como “muletto” para ver cómo presentaban los caños... Queríamos algo así como coordinarlos... digamos... desde la salida del múltiple, hasta el enchufe del segundo tramo. Mientras tanto seguía lloviendo, como si en el cielo todo un barrio jugara al carnaval... Cuando volvimos al box, con nuestra parte del trabajo lista, combiné con Pepe Diez —a quien Oreste Berta había llamado para colaborar en el cambio— la forma en que lo haríamos. Berta nos escuchó y nos hizo algunas sugerencias pero, creo yo, lo hizo más para que nos contagiáramos de su tranquilidad que por cualquier otra cosa.
¡A él no se le movía un pelo...! A nosotros... a mí, al menos... ¡no me hubiera bajado ni un trago de agua!
Dispusimos las herramientas. Pude ver cómo, en las cercanías de nuestro box y arriba, en una especie de terraza que domina la pista, la gente se juntaba. Había mucha expectativa sobre lo que íbamos a hacer y cómo lo haríamos. Lo noté hasta en la forma como la gente hablaba. Yo no entendía ni una palabra de lo que decían, pero sabía que hablaban de nosotros.
Oreste Berta dio la orden. El pizarrón asomó su mensaje más allá del muro de contención y Eduardo Copello hizo señas de haberlo comprendido. Nos quedaban apenas quince minutos antes que el auto Nº 3 se detuviera en boxes, en la zona penalizada.
Entonces comenzaría a perder una vuelta por cada minuto que Pepe Diez y yo tardáramos en cambiar el escape.
Por décima vez repasé las pocas herramientas necesarias. Luego, mentalmente, hice lo mismo con el trabajo. Pepe tal cosa, yo tal otra. El gato yo, el capot él, los tubos, las llaves, las juntas. Vos tenés y yo aflojo. ¡Que ningún otro toque nada o nos penalizan!
—¡Que ningún otro toque nada o nos penalizan —repetí en voz alta—. Rodríguez Canedo y García Veiga estaban mudos. Don Pablo Macagno, inmóvil. El grito lo pegó Cordero...
—Ahí viene... ¡ya entra!
Recuerdo que metí el gato y levanté el auto lo más alto que pude. Luego me tiré abajo. Medio tuve que hacerme a un costado, porque el agua que Pepe Diez tiraba para enfriar el escape caía hirviendo... pero... ¡qué se yo! eso casi no se siente con los nervios y, en ese momento, lo único que uno piensa es largar rápido el auto. Así que comencé a aflojar los bulones, mientras Pepe me tenía las tuercas y aguantaba los golpes del capot que, con el viento, le cayó tres o cuatro veces en la cabeza. Hicimos lo más rápido que pudimos. Al salir el último bulón, el caño de escape me cayó en la cara y me quemó un poco. Pero el tiempo corría, aunque no nos diéramos mucha cuenta. Berta, cuando recién habíamos puesto tres de los cuatro bulones, dio la orden de largar. Franco estaba listo. Apenas las ruedas habían tocado el suelo, el motor estuvo en marcha. Miré alrededor y pregunté:
—¿Cuánto perdimos?
—Nueve minutos y ocho segundos —me contestó el señor Merlo—. Recién entonces me di cuenta que, argentinos y extranjeros, nos estaban aplaudiendo.

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